La Marsellesa, un himno que incomoda

La Marsellesa, un himno que incomoda

Escultura llamada «La Marseillaise» en una de las columnas del Arco del Triunfo, Paris

Sangriento, intolerante y xenófobo. Así es como muchos franceses califican a su propio himno nacional, y es la razón por la que reclaman un cambio en las letras. Fue compuesta en 1792 pour Rouget de Lisle con el nombre de Chant de guerre pour l’armée du Rhin (Canto de guerra para el ejercito del Rin) luego de la declaración de guerra de Francia a Austria, la cual buscaba reinstaurar el Antiguo Régimen.

En ese contexto, la letra de La Marseillaise apela al sentido patriótico de los franceses quienes ven peligrar la libertad alcanzada tras la Revolución. Es una exhortación a la movilización general de los ciudadanos para combatir la tiranía de la nobleza y la invasión extranjera. Pero para comprender mejor el himno nacional más famoso del mundo, que consta de 6 estrofas y un coro, veamos en primer lugar qué dice:

Primera estrofa:
Allons enfants de la Patrie
Le jour de gloire est arrivé !
Contre nous de la tyrannie
L’étendard sanglant est levé (bis)
Entendez-vous dans les campagnes
Mugir ces féroces soldats?
Ils viennent jusque dans vos bras.
Égorger vos fils, vos compagnes !

¡En marcha, hijos de la Patria,
ha llegado el día de gloria!
Contra nosotros, la tiranía alza
su sangriento pendón.
¿Oyen en los campos el bramido
de aquellos feroces soldados?
¡Vienen hasta ustedes para degollar
a sus hijos y sus esposas!

Estribillo
Aux armes citoyens !
Formez vos bataillons !
Marchons, marchons !
Qu’un sang impur
Abreuve nos sillons

¡A las armas, ciudadanos!
¡Formen sus batallones!
¡Marchemos, marchemos!
¡Que una sangre impura
inunde nuestros surcos!

SANGRE IMPURA
Precisamente, son los dos últimos versos del coro los que mayor polémica suscitan. Para algunos críticos, esa «sangre impura» hace alusión a los ejércitos extranjeros, por lo que la letra es considerada como xenófoba. En momentos en la que en Francia se percibe un aumento del racismo y la islamofobia, esas dos palabras despiertan la sensibilidad de muchos franceses, sobre todo los de origen extranjero.

Joël Martine, profesor de filosofía de la Universidad de Marsella, señaló en 1998 que la frase «¡Que una sangre impura inunde nuestros surcos!» evoca el concepto de pureza de una raza nacional. Agregó que reaviva el maniqueísmo típico de las guerras etnonacionales ya que diaboliza al enemigo y reconfirma a la patria francesa como algo bueno frente a lo malo.

El himno es también considerado como una muestra de intolerancia frente a aquellos quienes en una época no se querían plegar a la «religión revolucionaria». Para muchos es inconcebible que un país históricamente laico y que dio al mundo el concepto de Derechos Humanos continúe promoviendo a La Marsellesa como símbolo de la nación.

Contrarios a este análisis, no son pocos quienes le han dado otro sentido al «sang impur». En efecto, esta frase se referiría a todos los contra-revolucionarios, franceses y extranjeros, considerados todos como enemigos de la Revolución. También haría alusión a los propios revolucionarios, quienes se consideraban de «sangre impura», frente a la nobleza, haciendo referencia indirecta a la «sangre azul» de los aristócratas.

EN MARCHA, HIJOS DE LA PATRIA
El sentido maternal de La Marsellesa es innegable, por comparar a Francia con la madre o la familia. Para el profesor Joël Martine, el himno aporta al individuo un sentido de pertenencia a una colectividad, a una nación, cuyo principal aporte es el narcisismo, es decir, el orgullo de ser francés. Es por eso que la «gloria» sería el primer objetivo que La Marsellesa propone a los «hijos de la patria».

Se trata de la construcción de una identidad nacional frente a los otros, a los que son diferentes. Cualquier amenaza contra la nación y su unidad es vista como un peligro a ese orgullo, pero también como una ocasión para diferenciarse del enemigo. De ahí el maniqueísmo y la idea de que la muerte del «mal» contribuye al reforzamiento de la patria del «bien».

Martine señala que, por defender esa patria, la lealtad a la colectividad se convierte en un deber irracional de odio y crueldad. Pese a ese contenido, la enseñanza de La Marsellesa es actualmente obligatoria en la escuela inicial y primaria. Según una reciente encuesta, el 89% de franceses está a favor de enseñar el himno a los niños, pero enfatizan que se debe explicar debidamente el contexto en que fue compuesto.

LOS QUE NO LO CANTAN
En mayo del 2015, la ministra de Justicia, Christiane Taubira, se negó a cantar La Marsellesa durante la conmemoración de la abolición de la esclavitud, algo que incomodó sobre manera a la extrema derecha, que siempre tiene entre sus blancos de crítica a la funcionaria proveniente de la Guyana Francesa.

Según Taubira, no cantó el himno para escuchar mejor a la cantante que en ese momento lo entonaba y porque no quería participar de lo que llamó «karaoke de estrado». Estas declaraciones enfadaron mucho más a los conservadores, quienes exigieron su destitución. Cabe resaltar que otros ministros tampoco cantaron, pero es siempre Madame Taubira el objetivo favorito de los ataques racistas.

En sí, Taubira se refería a ese uso militante que le da el Front National (extrema derecha) a La Marsellesa y otros símbolos patrios confiscados por ellos. De ese modo, los conservadores deciden quién es francés y quien no, fomentando la xenofobia y el racismo. De nuevo el maniqueísmo, y la razón por la cual muchos franceses se niegan a cantar su himno. Entonarlo los vincula a la extrema derecha y por eso el término de confiscación.

Informe de la televisión francesa sobre la negación de Christian Taubira a cantar La Marsellesa:

EN LA CANCHA
La negación a cantar el himno francés se observa por lo general en el fútbol. Karim Benzema y Zinadine Zidane, franceses musulmanes de origen argelino, se negaron en múltiples ocasiones a entonar La Marsellesa antes de los partidos. También el legendario Michel Platini, de origen italiano, se rehusaba a cantar.

La Marsellesa ha sido también víctima de abucheos durante varios partidos de fútbol, algo que para Platini no pasa de ser manifestaciones inherentes a un encuentro deportivo que no tienen por qué politizarse. En el 2002, hinchas del Sporting Club de Bastia, de la independentista isla de Córcega, abuchearon el himno durante la final del campeonato francés, lo que provocó la ira del entonces presidente Jacques Chirac quien decidió retirarse y no premiar al equipo ganador.

Opinión contraria tuvo el ex-jefe de Estado francés, Valéry Giscard d’Estaing, quien en diciembre del 2012 calificó de ridícula a la letra de La Marsellesa. Fue cuando, durante una ceremonia oficial, Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel pasaban por debajo del Arco del Triunfo. Señaló que es inadmisible hablar de «sangre impura» cuando dos naciones vecinas se reencuentran.

La falta de respeto a La Marsellesa sí está castigado por la ley, pero en una democracia como Francia, el negarse a cantar el himno es algo legítimo. Es entonada con mucho fervor durante los partidos de fútbol, pero se percibió cierta cautela y hasta timidez cuando fue cantada por los diputados de la Asamblea Nacional tras los atentados contra Charlie Hebdo. Pese a la polémica, La Marsellesa goza de muchos admiradores en todo el mundo y es parte ineludible de la identidad y de la historia de Francia. Ésa es la razón de su sacralización.

La Marsellesa entonada en la Asamblea Nacional como homenaje a las víctimas del atentado contra Charlie Hebdo en enero del 2015:

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